Aún recuerdo sus dulces besos en mi fría y temblorosa piel, todavía
puedo recordar con cuanta frecuencia mi respiración se entrecortaba
cuando el besaba mi espalda tímida y delicadamente. Creo que soy capaz
de sentir sus labios acariciando los míos en cada beso en aquel cuarto a
oscuras, él y yo. Soy adicta a sus dedos recorriendo mi espalda
haciendo que mi estómago se encoja, soy una yonky de cada uno de sus
abrazos, cuando con toda su fuerza abraza su cuerpo contra el mío y no
dice nada. Me encanta saber que me ha mirado cuando he pasado por
delante y ha sonreído tímidamente, me encanta cuando sé que me mira sin
decir nada desde el otro lado de la calle y siente vergüenza de
acercarse a mi para darme dos besos y preguntarme que tal me va. Pero
sin lugar a dudas, creo que me gusta más todavía cuando me mira sin
decir nada y sonríe, y después me pregunta que pasa, lo que no sabe es
lo que hay en mi cabeza, no sabe que me encanta, que me vuelve loca
cuando me mira y sonríe, cuando me saca la lengua y juega conmigo,
cuando se hace el duro y tengo que ir a por el, abrazarle por la espalda
y besarle el cuello diciéndole que le echo de menos. Sinceramente,
no sé a que llamáis amor, tampoco digo que esto lo sea, nadie sabe como
comenzó ni tampoco como va a terminar, pero si algo tengo claro es que
voy a aprovechar al máximo todo el tiempo que pase junto a él, porque
quien sabe, alomejor no soy la mujer de su vida, pero me conformo con
que haya formado parte de la mía.
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